Cada vez es mayor el número de compañías que valoran las otras habilidades. Un expediente brillante o un C.I. -coeficiente intelectual- por encima de la media, ya no impresionan al empresario familiarizado con las diferentes capacidades del individuo que pertenecen más al ámbito de la organización de estructuras cerebrales que al conocimiento técnico.
No es ninguna novedad que excelentes alumnos en su etapa de formación, no llegaran nunca a ocupar puestos de responsabilidad y que otros, que lo fueron menos, estén hoy dirigiendo con éxito importantes empresas. Mónica Daluz / pdf